lunes, 28 de agosto de 2023

Un poema puede regir los destinos del mundo

 Todo lo que pudimos decirnos

lo dijimos en el silencio

que contiene el filo del hacha

en nuestra garganta.

 

¿El hacha abrevia la inquietud cuando ya ha bebido sangre?

 

Permanece derribado el escenario

en aquella época recibíamos aplausos

por tupir las heridas 

en los diálogos de la ira.

 

¿Quién limpiará la catástrofe de la amargura que destilan las butacas?

 

Colmamos el teatro

con el guión escrito por el destino

hicimos cosas empujados por otros pensamientos

por otros que nos pusieron cabe

y blandieron en nuestro pecho

el puñal de la perfidia.

 

¿Nadie cambia la historia escrita por el gran guionista?

 

En el pico alto de la obra

amé tu cuerpo

como un pájaro ama la última lluvia

renuncié a mí

para enaltecerte

 

¿Quién rige los destinos del mundo?

 

Al bajar el telón

tiraste piedras a los pájaros

que en mí corazón habitaban

salieron huyendo en bandada

llorando en la noche granizada.

 

Acepto la derrota. Los nudos se desatan.

 

Un aire liviano puede hacer florecer orquídeas en el camino y en la curva de un puente colgante hacer levitar un beso inquieto. 

 

El tigre se esconde en su caverna para lamer sus heridas, en la noche ritualizada han sido cortados sus huesos, sin testigos camina a ciegas en el pasaje obscurecido tanteando las paredes de impenetrable musgo y quebrados espejos, tropieza con los grillos que murmullan en su cabeza. Limpia su espíritu cuando un dorado rayo de luz ingresa a la cueva.

 

Un día tuve un amor que guié con mis sentidos y vestí con mi aliento, parecía que nada lo alteraría ni el tiempo ni la sombra. En un eclipse me vi perdida y escarnecida apenas recordaba mi nombre, sumergida en los sótanos de la ciudad gótica acontecieron desmayos confusión entre el sueño y la realidad. ¿En qué se trasforma ese palpitar del corazón? El partió cuando ardió la ciudad. Si lo ven extraviado entre la multitud pronuncien mi nombre y lean este poema.

 

Queda tenue ceniza, que el viento agita para volver a prender la llama. El fuego pondrá roja mi cara, caliente mis senos, se sulfurará el deseo y mi sombra no girará más hacia lo villano. 

 

El hierro del hacha cede ante el fuego, no será la navaja que extinga a la poesía que es fuego.

 

Un poema puede regir los destinos del mundo.

 

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