Sangran los pies
en
puntiagudas piedras
imitamos
el volar de pájaros en la noche añilada
los
brazos remedan a las cobras
que
van a morder los ojos
del
hipnotizado flautista.
Tender
un mantel sobre el ataúd
danzar
sobre esa realidad
cuando
toquen la puerta
cortar
todos los cables y
encender
el candil
y
decir, cínica:
─Todo está bien, todo en calma.
sin
descender la mirada.
En
el camino que lleva al camal
alumbrar
como luciérnaga al carnicero
hacerlo
caer con el hacha
en
el hoyo de la sangre.
El
eco crece
como
susurro de un aleteo
crece
tu voz hombre impalpable
en
mi corazón enardecido.
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