Todo lo que pudimos decirnos
lo dijimos en el silencio
que contiene el filo del hacha
en nuestra garganta.
¿El hacha abrevia
la inquietud cuando ya ha bebido sangre?
Permanece derribado el escenario
en aquella época recibíamos aplausos
por tupir las heridas
en los diálogos de la ira.
¿Quién limpiará la
catástrofe de la amargura que destilan las butacas?
Colmamos el teatro
con el guión escrito por el destino
hicimos cosas empujados por otros pensamientos
por otros que nos pusieron cabe
y blandieron en nuestro pecho
el puñal de la perfidia.
¿Nadie cambia la historia escrita por el gran
guionista?
En el pico alto de la obra
amé tu cuerpo
como un pájaro ama la última lluvia
renuncié a mí
para enaltecerte
¿Quién rige los
destinos del mundo?
Al bajar el telón
tiraste piedras a los pájaros
que en mí corazón habitaban
salieron huyendo en bandada
llorando en la noche granizada.
Acepto la
derrota. Los nudos se desatan.
Un aire liviano
puede hacer florecer orquídeas en el camino y en la curva de un puente colgante
hacer levitar un beso inquieto.
El tigre se
esconde en su caverna para lamer sus heridas, en la noche ritualizada han sido
cortados sus huesos, sin testigos camina a ciegas en el pasaje obscurecido
tanteando las paredes de impenetrable musgo y quebrados espejos, tropieza con
los grillos que murmullan en su cabeza. Limpia su espíritu cuando un dorado
rayo de luz ingresa a la cueva.
Un día tuve un
amor que guié con mis sentidos y vestí con mi aliento, parecía que nada lo
alteraría ni el tiempo ni la sombra. En un eclipse me vi perdida y escarnecida
apenas recordaba mi nombre, sumergida en los sótanos de la ciudad gótica
acontecieron desmayos confusión entre el sueño y la realidad. ¿En qué se
trasforma ese palpitar del corazón? El partió cuando ardió la ciudad. Si lo ven
extraviado entre la multitud pronuncien mi nombre y lean este poema.
Queda tenue
ceniza, que el viento agita para volver a prender la llama. El fuego pondrá
roja mi cara, caliente mis senos, se sulfurará el deseo y mi sombra no girará
más hacia lo villano.
El hierro del
hacha cede ante el fuego, no será la navaja que extinga a la poesía que es
fuego.
Un poema puede regir los
destinos del mundo.