Su cuerpo es una ciudad derruida
subsisten esquirlas en sus muslos
solo una parte de su corazón naufragó
mitad es habitada por murciélagos
en la otra parte sobreviven pájaros de fantásticos cantos.
Por ir a él
tendía cables de acero en los rascacielos
hacía de equilibrista y desafiaba a los vientos
cruzaba con los ojos vendados los puentes colgantes.
─El violín del abuelo ya extendió sus cuerdas para
musicalizar el recorrido de nuestros cuerpos por todos mis cielos por todos tus
infiernos, anda amor el lecho no es de hielo.
─Debo ir.
Él es dueño del atardecer del jardín espinado
él controla las emboscadas de mis enemigos
contiene la ira de los perseguidores
él domina la ciudad
de su presencia huye la tormenta.
─Debo ir, ahora
que aún tengo un hilo de cordura, después cuando anochezca las cosas perderán
sentido, como pluma atraída por la gravedad descenderé a dormir con los
cadáveres del Talalán. Debo ir, ahora que planeo humedecer con sangre las
calles, hoy que el viento hace girar el sentido de las bestias hacia mí.
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